No sé de dónde viene la fe. Cuando crees en algo de un modo tan intenso no te preguntas por qué, sólo crees, porque en eso consiste. A veces es cierto que tu fe se basa en algo, en hechos, en palabras, en personas que te han demostrado más que otras... otras veces no, otras veces la luz de una mirada puede por sí misma mover montañas.

¿Que por qué empecé a quererte me preguntas? ¿Que por qué seguía en el mismo lugar a pesar del dolor? No busques respuestas, no sabré dártelas. Tan solo puedo decirte que tus ojos me miraron una vez con otro brillo, una sola vez tus manos me tocaron de un modo distinto, sólo una vez tus labios me hablaron con amor... y no hizo falta más que verlo para sentirlo. La fe nace así.

Pero hoy todo es diferente. Ya no es sólo ese creer en tí a ciegas lo que me mueve, me alimentas tú. Sigo creyendo en tí, cada día un poco más, pero es gracias a todas las razones que me das para convencerme de que no me equivoqué. ¿Quieres razones?

Creo en tus ganas de vivir, porque me dan fuerza, creo en tus ojos azules, que brillan para mí más que el sol, creo en las arrugas de tu cara al sonreir, creo en esa sonrisa que ilumina mis días, creo en tus manos que me aprietan para que no me caiga, creo en tus brazos que me sostienen contra tu pecho, creo en tus susurros, en tus palabras siempre sinceras, creo en tus creencias, arraigadas y coherentes, creo en tu espíritu, que eleva al mío cuando falla, creo en lo que me muestras, porque tu interior es bello, creo en lo que eres, en lo que quieres ser, en tus inseguridades que te hacen humano, en la fuerza que me transmites, en tu generosidad con los tuyos, en el amor que te tienen los que viven contigo, en lo que me regalas cada día... creo en tu ser, creo en tí.

Todas y cada una de las cosas en las que creo, todas y cada una de las razones por las que te adoro salen de tí. Hoy es más que fe, hoy empiezo a conocerte.