Me gusta bailar, me gusta mucho. Llevo muchos años haciéndolo, siempre como hobbie, nunca como algo serio, aunque para mí lo ha sido desde que comencé. El baile me ha ayudado mucho a crecer. He sido muy insegura desde que era pequeña, me ha costado mucho tener amigos, forjar una personalidad menos que más definida... el baile ha sido un factor muy importante en mi desarrollo, de eso estoy segura.

Bailando puedo ser yo, puedo dejarme llevar libre, mostrarme tal y como quiero que los demás me vean. Puedo hacer oír con los pies lo que no me atrevo a decir con palabras, puedo acariciar el aire con mis manos, y sentir que mis dedos tocan el cielo por un instante. Salir, mirar al frente, concentrarme, escuchar la música y hacer el amor con cada nota... eso es para mí bailar.

Como en todas partes, en mi grupo de baile también ha habido muchos abandonos. La gente va y viene, unos deciden marchar, otros llegan a darlo todo. Casi todos han pasado alguna fase de querer dejarlo... yo no, al menos nunca por falta de ganas. Últimamente a mí también me fallan las fuerzas para seguir...

Lo más curioso es que siento las mismas ganas de bailar que siempre, pero desde hace un tiempo se me hace cuesta arriba. No entiendo la falta de compromiso de los demás, se me hace difícil entender que la gente diga que va a venir y luego no lo haga, porque somos un grupo, y es difícil avanzar si no estamos todos. Yo también dejo de ir alguna vez, a todo el mundo le pasa que falla un día, o que no tiene ganas, pero este hobbie es de todos, afecta a todos, y me cuesta mucho trabajo justificar que mientras unos duermen en su casa, otros nos quedamos compuestos y sin baile.

En fin, por supuesto cada uno es libre de hacer lo que quiera, sólo me duele que lo único que me hace levantarme con ganas el domingo por la mañana se esté convirtiendo en un esfuerzo. Bailar nunca ha sido un esfuerzo...