Hacía meses que había abandonado aquella rutina. Tiempo atrás era para ella como un ritual: poner el despertador, apagar la luz de la habitación, acostarse, coger el móvil, hacer una llamada perdida y esperar a recibir la contestación. A partir de ahí todo era algo más variable, la conversación entre ellos podía durar veinte minutos o cinco horas, podía ser animada o melancólica, podía fumarse un cigarro o medio paquete.

Siempre eran palabras en bajito, susurradas, risas pero nunca carcajadas sonoras... Un día dejaron de hablar. Al principio les costó, era difícil frenar el deseo de contarse cómo les había ido el día, o darse noticias que consideraban importantes. Sabían que era mejor así, pero a pesar de eso a veces una pequeña sensación de nostalgia les invadía.

Una noche, después de seis o siete meses, encontraron un motivo para volver a llamarse. No era especialmente importante, les habían ocurrido cosas mucho más llamativas que aquélla, simplemente era el momento adecuado. No lo habían elegido, y eso era lo mejor.

Casi sin querer, la rutina volvió como si nunca la hubieran abandonado: pequeño toque al móvil, llamada, cigarro en la oscuridad... y lo más bonito, conversación como si no hubieran pasado los meses, confianza casi casi como la de antes... a veces no está mal volver un poco la vista atrás...