jueves, 1 de febrero de 2007
Escalada

Sol, nubes blancas, árboles radiantes y llenos de vida... cierro los ojos y dejo que el aire fresco seque mi frente bañada por el sudor. Todo es paz, no hay ruido, más que el de nuestra respiración forzada. Un sentimiento de compañerismo me llena, confianza plena en aquella persona que veo bajo mis pies, cada vez más pequeña. La montaña va quedando atrás, paso a paso, la cumbre es una meta más cercana, y eso me anima a seguir, a no dejarme vencer por el cansancio.
De repente me quedo quieta, petrificada... todos preguntan qué pasa, por qué no sigo, si algo va mal. Les pido un segundo, y pienso. Entro en mi cabeza, rescato pensamientos, busco aquel tan horrible... busco mi miedo. El miedo no está. Se ha marchado. Miro hacia abajo una y otra vez, para cerciorarme de lo que está pasando. Sí, es cierto, ya no tengo miedo, puedo subir cuanto quiera, puedo escalar la montaña más alta, preocuparme de mí y no de que me venza. Ya nunca más me vencerá, porque lo he asumido, y está superado...
Alguien me contó qué se siente al escalar, y hoy al despertar he pensado si sería algo parecido a esto lo que sienten aquellos que pueden hacerlo. ¿Podré yo sentirlo sin estar dormida?
Publicado por cris y tati ::
3:54 ::
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