Saltar de alegría, correr para llegar al autobús, subir o bajar por calles en cuesta, ir de pie en el metro, sentarme y ver la televisión, cenar con los amigos, ir al cine, dar un largo paseo, viajar en coche, leer tumbada en la cama, levantarme y vestirme, entrar y salir de la ducha, lavarme la cara por la mañana, mirar al cielo, agacharme a abrocharme los cordones, sentir frío, cantar, estudiar, ver pasar las luces de los coches, tener encendida la luz de mi cuarto, dormir tranquila, disfrutar de una íntima compañía, reir, llorar, girar la cabeza porque alguien me llama sin marearme, coger mi plato de comida, alargar el brazo para apagar el despertador, salir a bailar, hablar...

Éstas son algunas de las cosas que me cuesta trabajo hacer cuando mi cuello se enfada conmigo, todas cotidianas, casi todas imprescindibles en mi vida. Me ha costado darme cuenta de que cuidarse es necesario, y mucho. Ahora prometo tomármelo en serio, y espero poder tachar muchas de estas cosas muy pronto.